13 mayo 2005

Sumergidas en sus paginas



Era una tarde especial que solo insitaba a disfrutar de una merienda al aire libre y fue asi como lo había decidido el señor de la casa.
Como siempre el Señor Timoneda no respetaba el día libre de sus sirvientes, aunque tenían prohibido salir de la casa, en su dia tenían derecho por lo menos a quedarse un tiempo mas en sus camas si así lo deseaban o simplemente disfrutar de una recreacion simple pero con un pequeño gusto a libertad. Sin embargo para él no existia la palabra libertad mientras que él necesitara algo. Era por eso que nadie quería trabajar en su mansion. Pero las hermanas Jonshon no habían tenido otra opción. Cuando la mayor de las hermanas tenia diez años, ella y sus tres hermanas habían quedado huerfanas luego de un incendio sufrido en el rancho en donde su padre había muerto y años antes su madre había muerto al dar a luz a su hermana menor. Fue así como el Señor Timoneda tuvo uno de esos pocos momentos en el que su corazón se compadecio por un ser viviente y las hospedo en su casa pero como sirvientas y así ha sido hasta el día de hoy en que ya han pasado mas de catorce años de servicio en la mansion. Ellas, las cuatro hermanas que nunca conocieron mas allá de esa gran casa y los almacenes a donde iban a comprar los viveres, tuvieron justo este día el anhelo de probar de esa libertad tan prohibida para ellas.
Ese día mientras la familia estaba merendando en el campo entraron a la biblioteca (lugar prohibido para los sirvientes) buscando desesperadamente un lugar en donde podrian realizar sus anhelados sueños. Buscaron libros de geografia, fotografías del mundo y en sus cabezas aventureras soñaron con cada uno de esos lugares y así sucedio como en sus mentes sintieron un poco de esa libertad añorada. Y día tras día a escondidas de la familia entraban a la biblioteca y planeaban un viaje a un lugar lejano mientras que sus mentes se transportaban a aquellas playas y montañas, a esos lugares en donde sus pies nunca se posarian mientras que estuviesen presas en esa casa y lo peor aun es que podían irse si querrían pero no tenían adonde marchar cuando el sol se pusiera ni adonde recurrir cuando sus estomagos hambrientos sintieran la necesidad de alimentarse; es por eso que aun siguen allí y cuando pueden se escapan de la realidad y se sumergen en aquellas fotografías comenzando una y otra vez sus viajes soñados.

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