07 mayo 2005

La delgada linea


Sentado allí en su escritorio no podía concebir aun la noticia que había recibido, una noticia que cambiaría completamente su vida o mejor dicho culminaría con ella.
La incomprension lo invadia, aun no lograba comprender el porque de tan grande castigo. Todos sabemos que algún día moriremos sin embargo desconocemos la hora y el día, pero él sí lo sabia y eso es lo que más ansiedad y preocupación le producía.
Hace unos momentos su teléfono había sonado, al otro lado del tubo se escuchaba la voz familiar de su doctor y amigo, en quien él había confiado su delicado estado de salud. Ese amigo que habia dejado sus sentimientos a un lado para transformarse en el frío doctor que traia la mala noticia le había comunicado que tenia una enfermedad terminal para la cual no existía cura alguna y que su vida tenia una fecha de muerte.
Aunque ya habían pasado dos horas de haber recibido la pésima noticia, seguía sin poder enterderlo sentado aún en su sillón. Un solo anhelo tenía, que el tiempo no pasara, deseaba poder seguir viviendo felizmente con su esposa en su hogar y de vez en cuando recibir las visitas de sus hijos y nietos. Aunque su vida no era nada fuera de lo normal, era la suya, su propia vida y deseaba seguir con ella.
Allí sentado, comenzó a valorar aquellos momentos insignificantes a los que nunca le había dado la debida importancia, momentos que ya no volverían a tener ese gustito tan especial, porque de ahora en mas todo lo que viviera tendría ese amargo sabor a muerte.
Observando la habitación noto allí, sobre su escritorio una bola transparente, no era nada especial, solo un recuerdo de las vacaciones pasadas, las cuales nunca se repetirían. La tomo en sus manos y mirándola vio en ella su reflejo, su imagen. Allí sentado frente a sus ojos se encontraba un hombre aun con las fuerzas para seguir viviendo aunque sus estudios clínicos dijeran lo contrario, un hombre con muchas ganas de vivir aun cuando su cuerpo ya no aguantara más.
En ese instante en el que vio su reflejo, anheló, deseó y suplicó, que la vida no avanzara, que ya no existiese un mañana en el que su vida acabara. Sentado allí, cruzó la barrera, la delgada línea entre la locura y la cordura. Un hombre arrastrado por la desesperación y la desesperanza, mientras observaba su reflejo, permitió que su mente quedara fija en el vacío, anhelando que no existiese el mañana, cumplió su deseo, aun cuando su cuerpo tuviera un mañana y se deteriorara, para su mente no existiría ese dia, porque había quedado en el pasado, varado en el tiempo.

Fin.

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